lunes, 24 de noviembre de 2008

De Splunge!

¡Lo que llamamos rosa exhalaría el mismo grato perfume con cualquier otra denominación!

Romeo y Julieta. William Shakespeare (1554-1616)


-Bien... ¿Qué opinas?
-Er... Er..
-¡Vamos!
-Er... ¡Splunge!
-¿Has dicho Splunge? ¿que diablos significa splunge?
-Significa ¡Es-una-gran-idea-y-a-la-vez-no-lo-es-y-no-estoy-siendo-indeciso!
-Muy bien...

Monty Python Flying Circus. Sketch: Twentieth-century vole


Las personas siempre tendemos a etiquetar las cosas intentando facilitar su clasificación, aunque no por ello acertando de pleno. Un tipo con el pelo largo y vestido de negro: heavy. Y en cuanto le colocamos la etiqueta, ya lo metemos en un saco en el cual todas las posibles caracteristicas nefastas son añadidas, sin pararnos a pensar que existen personas con pelo corto y bien vestidos que son más heavys que el niñato que viste con camiseta negra aun en verano a 45º en Sevilla.

Pero así somos. Nos gusta colgar sambenitos y así sentirnos mejor creyendo que conocemos todo sobre esa persona simplemente por su manera de vestir o su imagen. Personalmente me han tachado de ser friki (no lo niego), heavy, raro y cualquiera sabe qué más cosas. Yo simplemente me etiqueto de una forma: soy yo mismo y al que no le guste que no mire.

Sin embargo mi divagación no se queda ahí, haciéndose tal vez más interesante a medida que aporreo este teclado y avanzo con palabras hacia el final de la página, porque desgraciadamente, también etiquetamos cosas tan inetiquetables como son los sentimientos.

Buscamos el Amor y cuando lo creemos encontrado, lo comparamos con el hallado por otra persona, sin darnos cuenta que incluso la persona que está a nuestro lado, que nos ama, seguramente lo haga de una forma, no totalmente pero sí en parte, diferente y no por ello menos válida, porque formas de decir te quiero hay tantas como personas lo sientan.

Siguiendo en temas amorosos y sus clasificaciones, siempre he considerado que el hecho de salir con una persona no es otra cosa que una especie de contrato verbal, en el cual ambas partes saben (o al menos deberían) qué derechos y qué deberes tienen. No existe ningún documento que explique que para salir con una persona debes besarla de una forma u otra, ni te dice lo qué puedes hacer o dejar de hacer. No existe.

Sin embargo lo más curioso no es esto, si no el hecho de que existen personas a las que les agobia el compromiso.

Esas personas son capaces de todo con tal de no comprometerse: inventar etiquetas para ocultar el miedo que sienten: yo no te echo de menos, simplemente pienso en ti; nosotros somos amigos especiales; no estoy enamorado de ti porque no siento mariposas en el estómago. Señores, el hecho de sentir mariposas en el estómago es más probable que se deba a una resaca descomunal o a una úlcera que a el hecho de estar enamorado, por favor...

A esas personas que huyen de la etiqueta compromiso simplemente les digo: si te sientes bien conmigo, si sientes algo por mí, si me quieres besar... Qué más da que llamemos a nuestra relación novios, amigos especiales o splunge... No cambiará nada, ya que mis sentimientos serán los mismos hacia ti y seguiré disfrutando de tu conversación, sonrisa y soñando con darle un abrazo o un simple y tierno beso. Qué más da si no se ha realizado la manida pregunta que hacíamos cuando el vello facial empezaba a inundar nuestro rostro, y que marcaba el principio de esa terrible palabra que temes y que es relación... Porque al igual que las formas de decir te quiero, las relaciones, las hay tantas como personas implicadas en ella y simplemente debemos saber disfrutar de lo que tenemos, y no limitarnos por una simple etiqueta impuesta tal vez por la sociedad, más que por nosotros mismos y que a veces nos hace eso: tener miedo y no dejarnos disfrutar de esa persona...


martes, 18 de noviembre de 2008

De Una Sensación Extraña

Hace tiempo que tenía el blog algo abandonado y hoy, día libre de mi extraña semana, he decidido actualizar. Aquéllos que esperen un nuevo relato de la escoria, siento decirles que no será así, hoy al menos no. Hoy he decidido hablar de otra cosa.

Hace poco ha entrado en mi vida una persona. A decir verdad han entrado un montón, pero siempre queramos o no las clasificamos y siempre hay alguna más especial que otra. Ése es el caso de esa persona.

Entró sin hacer ruido, tímidamente, sonriente y sin que me lo esperara revolvió todo. Tanto tiempo fabricando una máscara para que ahora en un suspiro se vaya. Y es que ya lo dijo una amiga mía: "conocerte es como escalar el Everest", pero siempre hay alguien que se da cuenta de que existe un telesférico.

No voy a decir que esté enamorado, sencillamente porque no lo estoy. El amor es una cosa de dos, es como tener un hueso de melocotón y decir que tenemos un melocotonero. Con el tiempo y puede que sí, que tengamos ese maravilloso árbol, pero ahora mismo en la mano solo tenemos un hueso, y en la boca el sabor dulce de la fruta. Pues lo mismo.

La verdad no sé como terminará todo. Mi período de transición sigue y la crisis no cesa, lo que afecta al trabajo y me preocupa bastante, sin embargo como me enseñaron en Toledo hay que mirar siempre los logros, por muy prequeños que sean y es lo estoy haciendo: estoy perdiendo el miedo a concer a alguien, a que esa persona me conozca ya que, sí es cierto, puede hacerme daño pero ¿cuántas cosas me pierdo si me cierro en banda? Risas, buenos momentos, largas conversaciones... Por ello, en lugar de pensar que pronto se terminará, he decidido disfrutar el momento Carpe Diem más que nunca y lo que tenga que pasar pasará, sin agobios y siempre quedando como buenos amigos.

Sigo teniendo miedo, claro está. Mucho. Pero eso no me impedirá disfrutar esta vez. Ya veréis.

martes, 11 de noviembre de 2008

De Una Carta de Amor Cínica

He comprendido, tarde pero al final lo he hecho, que las cosas se deben hacer por las personas que de verdad merecen la pena. Por esa razón quiero que leas atentamente estas palabras, porque serán las últimas que te dedique.

Penetraste en el laberinto de mis sentimientos donde tantas otras han sucumbido, y yo deseoso de que encontrarás su centro, como tu Ariadna particular te guié a través de él, hasta que encontraste al minotauro de mi corazón, y como Teseo lo asesinaste con tus propias manos... Saliste con su sangre manchando tus ropajes, y sonriendo me miraste, pasando de largo, satisfecha por lo que acababas de hacer...

Nunca te pedí tu amor, aunque tampoco tu desprecio. Me alimentaba de mis sueños cada noche, para ver como cada mañana los deshacías con un solo movimiento de tus manos. Observando como cada persona que entraba en tu mundo era más importante que este estúpido escritor, cómo aquéllos para los que sólo eras un buen rato en la cama merecían más de tu atención que yo, que pensaba en ti en silencio...

Pedías la luna, y antes de acabar la frase te la tendía a tus pies. Pedías el sol y con manos ardientes te lo daba... Y todo para qué, para ver como nunca tu sonrisa me pertenecía, para ver como se la llevaban otros, aquéllos que me tiraban a un lado del camino, volviendo a casa a pie, pensativo y embarrado, escuchando vuestras conversaciones banales en mi cabeza...

Sin embargo todo ha cambiado... Mi corazón agonizante por la herida que le hiciste terminó por morir. Ya no me importa lo sola que puedas estar en tu noche, las lágrimas que puedas derramar por nadie, el dolor que sientas en tu corazón... Ya no siento nada por ti...

Pasará el tiempo, no lo dudes, para los dos claro está. Y llegará el día en que nos encontremos; cara a cara; mirándonos a los ojos; en tu rostro una sonrisa disimulando toda tristeza, el mío totalmente serio ocultando cualquier posible alegría. Tal vez entonces tus labios deseen a los míos, tal vez entonces te habrás dado cuenta que el amor que te brindaba era más importante que los castillos en las nubes que aquéllos te prometían. Sin embargo, será tarde, porque después de que el amor se convierta en odio y éste dé paso al desprecio viene la dulce ignorancia, y pasaré a tu lado, sin siquiera recordarte.

Sin más me despido de ti

jueves, 6 de noviembre de 2008

El Rincón de la Sra. Oruga

16 de Diciembre de 1909
44 Fontenoy Street, Dublín

Dulce niña querida, ¡finalmente me escribes! Seguro que has masturbado ferozmente ese sucio coñito tuyo para escribirme una carta tan incoherente. En cuanto a mí, estoy tan fuera de forma que tendrás que lamerme una buena hora antes que pueda tener un cuerno lo suficientemente firme para metértelo, no digamos para follarte. He hecho tanto y tan seguido que me da miedo mirar cómo lo he hecho, después de todo me lo he hecho. Querida, por favor no me folles demasiado a mi vuelta. Folla todo lo que quieras fuera de mí por ahí de la primera noche; pero dame tiempo para reponerme.

Móntame vestida con tu bata de estar (ojalá tengas esa tan bonita), con nada debajo de ella, ábrela repentinamente y muéstrame tu vientre y tus muslos y tu espalda y empújame sobre ti, encima de la mesa de la cocina. Fóllame con tu culo, boca abajo en la cama, con tu cabello suelto, desnuda, pero con tus adorables bragas rosas perfumadas, abiertas desvergonzadamente de atrás y medio caídas, de modo que se pueda entrever un poco tu trasero. Fóllame si puedes acuclillada en el baño, con tus vestidos levantados gruñendo como una puerca que caga y una gran cosa gruesa sucia serpenteando con lentitud fuera de tu trasero.

Fóllame en las escaleras, en la oscuridad, como una niñera follando con su soldado, que le desabotona gentilmente la trusa y desliza su mano en su pajarito y lo acaricia con su camisa y con ese contacto se va humedeciendo y entonces lo toma con suavidad y lo acaricia junto con sus dos bolas a punto de estallar y finalmente agarra atrevida la pija que ella mama y la manosea y la acaricia suavemente, murmurando para él en sus oídos palabras obscenas e historias indecentes que otras chicas le han contado a ella y ella dice cosas sucias y se mea las bragas con placer y deja salir suave, quieta tranquilamente tibios peditos de su trasero hasta que su clítoris está tan firme como el de él y de pronto se lo mete y lo monta. Basta! ¡Basta per Dio!

He acabado y todas las tonterías han desaparecido. ¡Ahora, la respuesta a tus preguntas!

Todavía no hemos inaugurado. Te mando algunos carteles. Esperamos inaugurar el veinte o veintiuno. Cuenta catorce días a partir de entonces y tres y medio más para el viaje y estaré en Trieste.

Prepárate. Coloca un lindo linóleo marrón agradable en la cocina y, por la noche, cuelga un par de cortinas rojas comunes en las ventanas. Procura un sillón cómodo y barato para tu perezoso amante. Haz todo lo que te digo, querida, pues una vez que llegue no me moveré de esa cocina en una semana, leyendo, repantingándome y mirando como preparas la comida; y hablándote, hablándote, hablándote, ¡Qué supremamente feliz seré! ¡Dios mío, allí seré feliz! I figlioli, il fuoco, una bona mangiata, un caffé nero, un Brasil, il Piccolo della cera, e Nora, Nora mía, Norina, Noretta, Norella, Noruccia, etc, etc…

James Joyce a Nora Barnacle


James Augustine Aloysius Joyce (Dublín, 2 de febrero de 1882 – Zúrich, 13 de enero de 1941) fue un escritor irlandés, reconocido mundialmente como uno de los más importantes e influyentes del siglo XX. Joyce es aclamado por su obra maestra, Ulises (1922), y por su controvertida obra posterior, Finnegans Wake (1939), así como por una serie de historias breves publicadas bajo el título de Dublineses (1914), y por su novela semi-autobiográfica Retrato del artista adolescente (1916).

martes, 4 de noviembre de 2008

Del Miedo a Tenerlo Todo

Me desperté en mitad de la noche. Abrí los ojos y en la oscuridad busqué un cigarrillo deseoso de ser adoptado. Mis pupilas se quejaron al encender la cerilla que me permitió saborear mi dosis cancerígena. Una profunda calada penetró en mis pulmones.

A mi lado se encontraba ella, durmiendo plácidamente el sueño de los justos. Después de toda una noche follando estaba agotada. Apenas tendría la veintena. Un rostro angelical de ojos grandes y sonrisa casi eterna. Una chica preciosa la miraras por donde la miraras con un cuerpo que parecía esculpido por un artista renacentista...

¿Cómo un tipo como yo había conseguido a una chica como aquélla?

Porque soy un chacal y como tal sé aprovechar la carroña dejada por los grandes depredadores. Oportunista acechante, sé utilizar las palabras necesarias para conseguir mi presa... Hace tiempo que la conocía y casi inmediatamente me enamoré de ella. Sin embargo en aquel momento ella no estaría conmigo. Nunca. Y yo lo sabía. Tras luchar contra muros de hormigón y ver como los leones se alimentaban de ella, nuestros caminos se separaron...

Hasta aquél día en que me llamó por teléfono...

Concertamos una cita a la cual acudí sin ninguna esperanza, creyendo que todo sería una broma cruel. Sin embargo, como siempre digo, no hay ser más cabrón conmigo mismo que yo mismo y se presentó. La vida no nos había tratado bien, a ninguno de los dos. Cada uno consiguió adaptarse a su forma: yo seguí escribiendo. Me volví mas huraño, más misántropo, cada vez más asqueado del ser humano, más desengañado. Conseguí arrancar el corazón de mi pecho y convertirme como he dicho en un chacal, importándome sólo una persona: yo mismo.

Sin embargo cuando la vi aparecer, debo confesar que todas mis creencias se vinieron abajo: el mero hecho de ver de nuevo su sonrisa me recordó a mi otro ser de antaño, y durante un segundo fui él. Pero la bestia que había criado en mi interior no se iría tan fácilmente...

Estaba totalmente cambiada. En su combate con la vida, ella, no había salido victoriosa, de eso no había duda. Tenía la mirada de aquéllos que han perdido todas y cada una de sus ilusiones, de los que han perseguido el amor y han sido despedazados. Sin embargo no sentí pena. Le ofrecí todo lo que buscaba, pero ella se negó. Eligió un camino y al parecer se equivocó...

La tarde pasó volando, poniéndonos al día y robándole al tiempo una tarde más... Sabía perfectamente que buscaba cariño y yo podía darle el sucedáneo perfecto. La bestia de mi interior relamía sus colmillos ante la carne fresca que le ofrecía.

Todo eso nos llevó a la madrugada en que me desperté a su lado. Me levanté desnudo y miré por la ventana. Observé el lugar donde vivíamos, la escoria que la sociedad pretendía esconder para no sentirse culpable por haberla creado. Personas que por una razón u otra habían elegido mal su camino y que pagaban con creces su error. Putas, yonquis, borrachos que bebían para olvidar algo que hacía años que no recordaban... Todos ellos eran mis vecinos y yo los observaba desde mi ventana, aspirando el humo del tabaco hacia mi organismo.

Me giré sobre mí mismo. Sobre la mesa llena de papeles, desordenada, descansaba un viejo ordenador portátil, el único lujo que me permití en toda mi vida, utilizado como el lienzo para el pintor, usado para evitar la locura día a día de la única forma que sé: escribiendo.

Me acerqué a él intentando hacer el menor ruido posible. Lo encendí y la habitación se llenó con la luz azul mortecina que anunciaba que volvía a la vida. Abrí el procesador de texto y comencé a escribir.

De pronto, salidos de la nada, unos labios me besaron en la mejilla. Apenas les hice caso inmerso en mi relato, en el trance del escritor.

-¿Cuándo escribirás sobre mí?

-Pronto- contesté sin mirarla.

-¿Me convertirás en una princesa?

-¿Es lo que quieres?

-Sí, quiero ser una princesa. Lejos de aquí, de este sucio lugar, lejos de todo.

-Lejos de mí...

-Sabes que eres lo único bueno de mi vida...

Al escuchar esas palabras supe que se estaba enamorando de mí, que había hecho un buen trabajo fabricando mis mentiras... Pero ¿eran mentiras realmente? Curioso... Aquella que me despreció cuando lo tenía todo se estaba enamorando de mí ahora que estaba despojada de todos sus sueños. ¿Podría enamorarme de ella otra vez? Lo dudo.

Levanté los ojos de la pantalla y miré sus profundos ojos: era preciosa. Un ángel caído del cielo cuya inocencia era presa fácil de los miles de diablos que pululaban por el mundo. Acaricié su mejilla dulcemente y ella sonrió. Desnudos uno frente a otro me besó provocando que la arrojara sobre la cama y jodieramos apasionadamente, como animales, como amantes, sintiendo su cuerpo sobre el mío, sintiéndome dentro de ella en cada acometida. Deseando que cada sacudida provocara que la amara. Pero no fue así...

Durmió de nuevo, cansada. Yo permanecí despierto, observándola. Aunque parezca algo freudiano, me recordó a mi propia madre. Una dulzura eterna que se chocó con un bastardo que la alienó hasta arrancarle la sonrisa. Recordé como la abandoné con él, harto de tantas palizas de un padre alcohólico y de ver como ella no hacía nada. Pero eso era el pasado. Ahora acababa de follar con el ser más bello de la creación. Tenía entre mis brazos a la chica mas bonita del universo y se estaba enamorando de mí. Pero yo no quería eso. Ya no. Ya no era el tipo que ella conoció. Ya era tarde. Ahora era yo quién tenía miedo de ser feliz, de tenerlo todo...

Me deshice de su abrazo. Silenciosamente. Con cuidado de no despertarla. Mis movimientos lentos y precisos. Ni un sólo ruido. Cogí mi cartera y saqué dos billetes de 50 que quedaban. Era todo lo que me quedaba de mi vida de tirado, de mi vida de escoria. Se los dejé encima de la mesa, sintiéndome como si pagara una nueva forma de prostitución en la que es el corazón el que se vende y no el cuerpo. Cogí el portátil, lo metí en su maletín y antes de salir la observé. Mi corazón palpitó por ultima vez dándome cuenta que la amaba de verdad. Pero era el miedo el que me hacía huir, miedo a ser feliz...

Antes de marchar la besé en los labios. Un último beso de amor. Amor de verdad, porque en el fondo, hasta los chacales aprendemos a amar y hasta la escoria merece un poco de amor.