martes, 18 de agosto de 2009

De Una Rabia Contenida


Estoy harto de tantas moñadas y autocompasiones, de ver como la gente que quiero se rinde ante la menor adversidad y de ver que lo único que hacen es llorar y permanecer en un sitio mirando el infinito y encima escuchar que se sienten orgullosos de ser capaces de ocultar esa tristeza y colocarse una máscara que les capacita para llorar por dentro sin que nadie lo sepa.

Vivimos en una sociedad en que los imbéciles reinan, adorando símbolos obsoletos que son incapaces hasta de representar, una sociedad en la que ser feliz es un lujo, ya que pocas veces lo conseguiremos al ser educados para siempre desear algo que no tenemos.

Pedimos un deseo: deseo que alguien me ame. Sin embargo esa pequeña frase está mal formulada, ya que al encontrar a esa persona, una persona que aparece on un cartel que dice: te amaré tanto como siempre has deseado, buscamos la excusa perfecta para rechazarlo, ya que como he dicho ese deseo está mal formulado, debiendo ser deseo que alguien me ame, pero al encontrarlo no lo quiero a mi lado. Ése sería el deseo perfecto.

Pertenezco a una especie en peligro de extinción, una especie capaz de amar hasta la saciedad, sin pedir nada a cambio, sólo recibiendo los golpes de un mundo en el que mi sitio fue ocupado hace tiempo.

Y por primera vez en mucho tiempo, me sumerjo de lleno en esa tristeza que me salpicaba, buceando en ella hasta llegar al fondo donde encuentro una rabia contenida que me sirve para poder escribir esto.

La capacidad de síntesis que poseo es incomprendida.

Las ganas de llorar que siento al ver como mi vida sigue pasando de desamor en desamor en un continuo ciclo de conocer amar y ser olvidado.

La frustración de ver a la persona que quiero, hundirse en una miseria de la que no quiere salir, de ver como su coraza se hace cada vez más fuerte y yo cada vez más débil, con los nudillos rotos de golpear el muro que nos separa...

La larga espera de permanecer en silencio esperando unas palabras de su boca que nunca llegan...

Estoy cansado.

Y si digo algo me censurarán diciendo que siempre estoy quejándome, me acusarán de amargado y de no saber vivir... Yo, que siempre he escuchado las quejas de todo el mundo, apretando los puños y mordiéndome la lengua para no escupir palabras a su cara que harían que se dieran cuenta que todo lo que he dicho antes es verdad...

Autocompasión. Adorada autocompasión. Lo único que nos queda cuando nos damos cuenta que las virtudes de los demás son superirores a las nuestras.

Sin embargo yo digo ¡no! No quiero esa autocompasión. Soy mejor que todos ellos, ellos que quieren hundirme en su mundo, robarme todo en lo que creo e intento tirar de vosotros, viendo como os hundís en el lodo, en unas arenas movedizas, observando como os pierdo sin poder hacer nada.

Y si digo algo me estaré quejando.

Por fin vuelvo a escribir sentimientos en estado puro, sin apenas pensar, las palabras salen de mis dedos aporreando este viejo teclado, en un último intento de ser comprendido, un último grito de socorro que sé no será escuchado... Porque desgraciadamente, hasta yo puedo caer presa de esa autocompasión que odio, porque somos así, siempre buscando algo de cariño pero con miedo de encontrarlo, y si el mundo es así... ¿Quién soy yo para cambiarlo?

De Una Rendición


Hoy ha sido uno de esos días en que me he encontrado solo en la multitud. Ansiando poder volver a casa y liberar mi mente de estas palabras, son casi las tres de la mañana cuando he podido disfrutar de mi soledad...

Ante todo quiero dejar claro que no escribo esto esperando que nadie me diga nada, justamente lo contrario, porque como he dicho a una amiga si quieres saber cómo estoy simplemente llámame y nos tomamos un café, estando encantado de contarte lo que quieras... Aunque dudo que lo haga, porque desgracidamente el ser humano tiende a intentar ayudar a los que le rodean y aún sin entender siquiera a la otra persona, nos empeñamos en decir nuestra opinión y no quiero escuchar eso,porque cada persona es un mundo y personalmente soy un mundo bastante raro...

No busco que me digáis nada, simplemente me apetece escribir, me apetece desahogar la tristeza que se ha convertido en rabia y escribir presa de ella. Porque hoy, hoy me he tomado el lujo de rendirme.

Me encuentro cansado de luchar; fui una vez un Caballero sin Sombra que combatió mil batallas, perdiendo todas y cada una de ellas, enamorado de una estrella que ya ni le recuerda y por la que perdió parte de su alma...

El Caballero sin Sombra murió, o más bien se aletargó dando paso a un Viejo Cuentacuentos, enfundado en un viejo abrigo oscuro, siempre con un cigarro en su mano que se consumía solo y ansioso por arrancar una sonrisa de la Pequeña Momo...

Mi Pequeña Momo, con quien tantas aventuras he vivido en un mundo lejos de éste, un mundo de sueños donde cualquier cosa que mi desbordada imaginación pudiera crear era posible...

Sin embargo me encuentro cansado, incapaz de seguir luchando, sabiendo que por mucho que quieras a una persona, eso no significa que debas estar con ella, sabiendo que todo pasa y siendo ésa mi mayor tristeza: saber que pronto también ese personaje, el Viejo Cuentacuentos, el que abrazara a la Pequeña Momo en una playa de sueños, el que le contara historias y creara amigos sólo para ella también desaparecerá...

Me encuentro triste, no lo niego, pero no os preocupéis que no notaréis nada, tal es la perfección de mi disfraz. Los chistes, para desgracia de algunos, seguirán saliendo de mis labios, la carcajada saldrá de mi garganta, y puede que incluso alguna que otra historia salga de mis dedos...

Sé que mañana será otro día, que conseguiré dormir esta noche, cansado y por fin solo, solo entre la multitud, deseando hablar con la única persona que sería capaz de llenarla, preocupado por no conseguir encontrar su sonrisa, preocupado por no poder ayudarla y renunciando a ella para siempre... Sé que mañana despertaré en un nuevo día, lleno de aventuras, lleno de amigos que nunca me faltan y lleno de cosas en qué pensar, que encontraré fuerzas donde no las haya...

Pero eso será mañana, dejádme que descanse hoy, dejádme que me rinda hoy, por favor...

domingo, 9 de agosto de 2009

De Una Divagación (Po trincame un...!)


En estos tiempos en los que la palabra crisis es una de las primeras que los niños aprenden y que se ha convertido en una constante en mis oídos (crisis económica, crisis de los treinta), me levanto tarde en este domingo, al no tener nada que hacer, en una casa que sin ser mía es como si lo fuera, en una soledad que por primera vez desde hace mucho tiempo no se vuelve pegajosa y tras ver algunas fotos del pasado, un pasado no má feliz ni más triste sólo diferente, por fin la inspiración, ella que me ha estado huyendo estos días supongo que para irse de vacaciones ,ha vuelto...

Me resulta curioso como una conversación puede cambiar el aspecto de una persona, como tras una buena ración de ellas, la ilusión de esa chica que te tenía enamorado se disuelve o esa chica en la que apenas te habías fijado se vuelve preciosa... Amante de las palabras como soy, me nutro de esas conversaciones como Moisés en el desierto se nutría del preciado maná. Una noche en un festival hablando de cómo cambiar el mundo, de cuentos de hadas que nunca existieron, un cigarro de la risa en la mano, una cerveza en la otra, sentados en el suelo... Para que necesito más compañía que la de esa persona. Sin música estridente, sin ningún contacto presexual ni tensión de ningún modo...

Echo de menos esas tardes sentado en un poyete, con un paquete de patatas y una Coca Cola de dos litros, contando chistes mil veces manidos, soñando con qué seré de mayor (aunque la verdad aún no lo sé) y la grata compañía de aquél que me quiera escuchar (y lo siento por los defensores de la igualdad en el lenguaje, porque no diré aquél o aquella, porque desgraciadamente el castellano es un idioma machista, al igual que el alemán es un idioma feminista y nadie se queja).

Curioso, acabo de darme cuenta que hoy es mi no cumpleños, que el reloj sigue adelante y que dentro de apenas dos meses el dos se terminará para dejar pas a diez años de tres... A veces siento haber perdido el tiempo y en cierto modo así es: no he viajado por toda Europa, no he plantado un árbol, no he tenido un hijo... Pero por otro lado me planteo otras cosas y veo el vaso no medio lleno, sino lleno del todo: he escrito un libro, he arrancado mil sonrisas, he conseguido que cierta persona me eche de menos y como siempre he conseguido que durante unos minutos hayas dejado lo que estabas haciendo y te hayas olvidado del resto del mundo en su incesante estrés y estés leyendo esto, por lo que espero haber arrancado otra sonrisa.

Siento el desorden, la divagación de este texto, pero como siempre echadle la culpa a ellas, yo sólo soy un mero vehículo para su salida.

martes, 4 de agosto de 2009

De Un Amor de Autobús


Los Rammstein reventaban mis oídos cuando el autobús llegó por fin. Abrió sus puertas dejándome sentir una oleada de aire fresco, contrastada con el infierno desatado en la calle.
Con una sonrisa de cortesía, saqué mi billete y me dispuse a sentarme y comenzar a devorar el último cómic que había conseguido… Sin embargo algo me lo impidió.

Sentada al lado de una ventanilla se encontraba una chica. Su mirada se perdía a través del cristal y ni siquiera se percató de mi existencia, aunque sin saberlo había conseguido alterar todo mi mundo.

Me senté frente suya, sin poder dejar de observarla. Abrí el cómic por una página cualquiera, disimulando así que la estaba mirando, sin importarme la enésima lucha de Spider-Man contra el Duende Verde. De vez en cuando una mirada esquiva se escapaba y coincidía con sus ojos, convirtiéndome en un niño tímido y sonrojado.

La observé. Ni siquiera sabía su nombre, pero no importaba, porque sabía que durante ese trayecto de autobús estaría enamorado de ella. Sus ojos apenas se separaban de la ventanilla, mirando con nostalgia el exterior. ¿En qué pensaría? ¿Pensaría en un amante abandonado? O tal vez estaría deseando abrazar al dueño de su corazón… Apenas podía leer sus ojos y mi mente ya contaba historias sobre ella…

De nuevo nuestras miradas se encontraron, lo que provocó que sonriera, una sonrisa dulce que hizo que deseara que la tierra se abriera en ese momento tragándome. Ella se acomodó en su asiento y pude ver que en sus manos llevaba un libro: El Camino de la Oruga, cuyo autor no pude leer… El hecho de tener un cómic en las manos me hizo sentir infantil provocando un sonrojo aún mayor. Desde sus páginas los superhéroes me llamaban, pero yo no podía dejar de mirarla, condensando en aquel viaje años de un amor que no duraría más de treinta minutos… En ese viaje sentiría el más puro amor por ella y pronto daría paso a la más perfecta desilusión… Pero no importaba, porque eso sería dentro de unas paradas y ahora estaba enamorado de ella, un amor de autobús, fútil y efímero pero no por ello menos real.

Deseaba hablarle, saber su nombre y hacerla reír, contarle cuánto la había amado desde el momento en que me senté en aquel asiento, desde el momento en que nuestros caminos se unieron durante unos minutos siguiendo el mismo trayecto… Pero cuando estuve a punto de hacerlo, un timbre anunció mi parada y sin poder evitar la tristeza me levanté y caminé lentamente hacia la puerta de salida, sin mirar atrás. Bajé del autobús y la vi a través de la ventanilla, aquella mirada nostálgica que no supe interpretar, aquella sonrisa que se había llevado parte de mi corazón…

Los Héroes del Silencio habían tomado el relevo de Rammstein en mis oídos; emprendí mi camino deseoso de volver a coincidir de nuevo con ella, sabiendo que eso era improbable aunque no imposible…

Porque así son los amores de autobús…

martes, 14 de julio de 2009

De una Oruga que se convirtió en mariposa


Una noche en la que, como todas las noches, el Viejo Cuentacuentos contaba historias a la Pequeña Momo, cuidando de sus sueños, metió la mano en el bolsillo y sacó una pequeña caja de cartón con una serie de agujeros. Con una sonrisa se la tendió a la Pequeña Momo, quien con gran ilusión abrió la pequeña caja y miró en su interior.

No pudo evitar dejar escapar un grito al ver su contenido.

-Es una oruga, mi Pequeña Momo. Te la regalo para que cuides de ella.

Una sonrisa iluminó el rostro de la Pequeña Momo. Aquella oruga era preciosa, llena de colores, con su cuerpo ondulante y todo el día comiendo y comiendo, no importaba cuando abriera la cajita para poder verla otra vez,la oruguita seguía comiendo.

Pasaron los días rápidamente y Momo observaba a su nueva amiga, le contaba cosas, historias, inventaba juegos e incluso cuando tenía algún problema se lo contaba a ella también. El Viejo Cuentacuentos simplemente la observaba.

Una noche sin embargo el Viejo Cuentacuentos encontró a la Pequeña Momo envuelta en lágrimas. Sin preguntarle el porqué de su llanto, la abrazó y esperó a que ella se lo contara.

-La oruga que me regalaste... ¡Ya no está! En su lugar hay una cosa extraña, como si se hubiera envuelto en una coraza... Ya no juega conmigo y ha dejado de comer...

El Viejo Cuentacuentos sonrió y con una dulce voz, la que siempre usaba cuando le enseñaba algo a la Pequeña Momo, empezó a decir:

- La oruga que te regalé es un animal mágico, mi Pequeña Momo.

-¿Mágico?-repitió ella con curiosidad.

-Tu preciosa oruga se ha transformado en algo que se llama crisálida. Verás, durante todo este tiempo no ha parado de comer y comer,preparándose para la siguiente fase de un proceso maravilloso llamado metamorfósis. Esa fase, la de crisálida, aunque extraña y puede que aburrida es muy importante para tu oruguita, porque dentro de esa armadura aunque no lo veas están ocurriendo muchas cosas. Dentro de esa coraza que la envuelve, la oruga se está convirtiéndo en una mariposa.

-¿De verdad?

-Es cierto,mi Pequeña Momo. Todo ocurre dentro de ese armazón: le crecerán patitas de mariposa e incluso preciosas alas de mariposa. Toda ella cambiará, y cuando lo hagas tendrás una bella mariposa siempre contigo... Simplemente tendrás que tener paciencia.

-¡La tendré, Viejo Cuentacuentos! ¡Confió en ti!

Los días pasaban muy lentamente y la Pequeña Momo no dejaba de observar la crisálida, esperando que la promesa del Viejo Cuentacuentos se hiciera realidad...

Entonces un día ocurrió: de pronto la crisálida se abrió: primero fue un pequeño agujerito por donde apenas podía salir un extraño ser de muchos colores. Lentamente la mariposa surgió de la crisálida, mirando extrañada el mundo que le rodeaba, el mundo que veía con otros ojos. Sus alas se encontraban arrugadas, y por un momento la Pequeña Momo sintió ganas de ayudarla a salir del todo aque estirara sus alas, pero estaba tan absorta en el proceso que no hizo nada.

La mariposa le miró y entonces comenzó a estirar las alas hasta desplegarlas completamente en un festival de colores. Las movió, lentamente al principio con miedo de enfrentarse a aquel nuevo reto, sabiendo que podría fracasar pero que debía intentarlo... Y entonces comenzó a volar, volar alrededor de quien había jugado tantas veces con ella. Y la Pequeña Momo simplemente pudo decir:

-Es el mejor regalo que me han hecho nunca.

Escondido entre los sueños de la Pequeña Momo, el Viejo Cuentacuentos la observaba con una sonrisa en los labios, esperando que pronto la Pequeña Momo también algún día se convirtiera en una bella mariposa.

lunes, 22 de junio de 2009

De Un Día Como Otro


Hoy el día comenzó con normalidad, un día como otro cualquiera en que el sol había salido sin ninguna pretensión, sin ningún cambio.

Sin embargo a medida que pasaron las horas algo cambió: llamaron a la puerta y al abrirla no podía creer lo que veía.

Al principio no supe como reaccionar, tanto tiempo esperándote hicieron que la misma idea de verte se hiciera imposible. Rompiste el encantamiento con una sonrisa, tan maravillosa como la recordaba y sin poder evitarlo me lancé a tus brazos. Saboreé el tierno olor de tu piel, acaricié tus cabellos y sentí tus dedos en mi espalda. Te volví a mirar y me hundí en lo profundo de tus ojos, deseando ahogarme en tu inmensidad…

Por fin estaba contigo.

Caminé junto a ti, riendo contigo, contando mil historias, haciéndote sonreír, jugando con el viento, con las palabras, amándote como siempre había deseado. Por fin podía hacerlo…

Y el sol por fin se ocultó, dejando que la luna nos iluminara y junto a ti observé las estrellas nacer en el cielo oscuro y juntos les pusimos nombres a cada una de ellas.

Por fin estaba contigo.

Un reloj en la lejanía comenzó a dar doce campanadas… Y en ese momento, en que otro nuevo día comenzaba decidí entregarte un beso que guardaba para ti desde el momento en que te vi, un beso que nunca te había dado y que deposité suavemente en tus labios… Y entonces, mientras escuchaba aquellas campanadas, como una estatua de arena frente al viento observé como te desvanecías…

Creyendo todo una pesadilla, con lágrimas en los ojos intenté despertar para darme cuenta que no era un sueño y comprendí la verdad.

Porque hoy el día había comenzado con total normalidad, un día como otro cualquiera, sin más pretensiones ni cambios. Sin embargo hoy había decidido que tenía que olvidarte, que mi corazón no soportaba más tu ausencia… Pero antes debía entregarte aquel beso que nunca te di… Y después te olvidaría…

Así volví a casa, vacío. Así volví a casa sabiendo que al día siguiente despertaría y sería un día como otro cualquiera en el que el sol saldría sin ninguna pretensión, sin ningún cambio…

viernes, 12 de junio de 2009

De una frase de una canción: "Y no me crees cuando te digo que la distancia es el olvido"


Pues siento decirte que no, Efecto Mariposa, no te creo aunque lo repitieras cienes y cienes de veces, porque al ser biólogo soy empírico y hablo según me da la experiencia, y la experiencia me demuestra que no es así.

Soy un tipo con suerte, porque en estos tiempos de crisis en los que vivimos puedo decir que soy rico, al menos en lo que a amigos se refiere. Soy como soy y así seguiré que decía otra canción, y aunque haya mil cosas que no me gusten de mi persona, hay diez mil que sí me gustan: mi sonrisa esquiva, mis chistes malos que nunca faltarán, mis bromas,mis saber que decir en cada momento, y por supuesto estas divagaciones a horas interspectivas (o como quiera que se escriba) que me encantan.

Soy Pitufo Filósofo, para que negarlo, y me encanta pensar, escribir y ser leído (guardad estos textos que pueden valer dinero), y mi mente (que no tiene nada que ver con el diametro craneal, que ya vienen los que desayunan con Miliki deseando hacer la broma), es un hervidero de ideas...

Dicen que la distancia es el olvido, comenzaba a decir este escrito, divagación y o u disertación... Y defendía una postura totalmente contraría, aduciendo (¿y esta palabra de donde la he sacado?) que como licenciado en ciencias biológicas (como la Obregón) me baso en la experiencia: la experiencia me ha enseñado que puedes estar abrazado a una persona y desgraciadamente no tener nada que decirle y sentir que cada uno está en un polo de la Tierra, este gran planeta que un día pegará el Boom del siglo y nos quedaremos todos con cara de decir ¿y eso por qué ha sido? Es un sentimiento triste la verdad, el ver que esa persona esta tan cerca de ti pero tan lejos....

Pero sin embargo, en estos casi treinta años (sí señores, voy a cumplir los treinta...) también he aprendido que puede suceder al contrario: una persona que está muy muy lejos, y que sientes que la tienes al lado, casi rozándola a veces... Porque, señores míos (y señoras que nunca se sabe a ojos de quién llegará esto), que es la distancia: ¿el producto de la velocidad por el tiempo? Algo que el hombre, perdón ser humano, necesita medir... Algo que creemos objetivo: mil Km son mil Km aquí y en Pekín, eso está claro... Pero sin embargo es objetivo a veces... Mil kilómetros me separaán de ti,me aprece estupendo, pero a veces te siento más cerca que todos los que están a mi lado... Maravilloso sentimiento...

Otro dicho me viene a la cabeza, hablando de distancias: mantén a tus amigos cerca, pero más cerca a tus enemigos... Sintiéndolo mucho debo discrepar de nuevo, porque siempre mantengo a mis amigos muy muy cerca, a la distancia de un abrazo, y si mantuviera a mis enemigos más cerca, sinitiéndolo mucho no habría espacio para vosotros, y prefiero todas vuestras risas, alegrias, llantos y juergas que lo que un supuesto enemigo me proporcionaría.

Dicen que la distancia es el olvido... Bueno también dicen que el Amor sólo dura cuatro años... Siempre tiene que haber gente que diga cosas, y yo no iba a ser menos.

Cuidaos señores