martes, 4 de noviembre de 2008

Del Miedo a Tenerlo Todo

Me desperté en mitad de la noche. Abrí los ojos y en la oscuridad busqué un cigarrillo deseoso de ser adoptado. Mis pupilas se quejaron al encender la cerilla que me permitió saborear mi dosis cancerígena. Una profunda calada penetró en mis pulmones.

A mi lado se encontraba ella, durmiendo plácidamente el sueño de los justos. Después de toda una noche follando estaba agotada. Apenas tendría la veintena. Un rostro angelical de ojos grandes y sonrisa casi eterna. Una chica preciosa la miraras por donde la miraras con un cuerpo que parecía esculpido por un artista renacentista...

¿Cómo un tipo como yo había conseguido a una chica como aquélla?

Porque soy un chacal y como tal sé aprovechar la carroña dejada por los grandes depredadores. Oportunista acechante, sé utilizar las palabras necesarias para conseguir mi presa... Hace tiempo que la conocía y casi inmediatamente me enamoré de ella. Sin embargo en aquel momento ella no estaría conmigo. Nunca. Y yo lo sabía. Tras luchar contra muros de hormigón y ver como los leones se alimentaban de ella, nuestros caminos se separaron...

Hasta aquél día en que me llamó por teléfono...

Concertamos una cita a la cual acudí sin ninguna esperanza, creyendo que todo sería una broma cruel. Sin embargo, como siempre digo, no hay ser más cabrón conmigo mismo que yo mismo y se presentó. La vida no nos había tratado bien, a ninguno de los dos. Cada uno consiguió adaptarse a su forma: yo seguí escribiendo. Me volví mas huraño, más misántropo, cada vez más asqueado del ser humano, más desengañado. Conseguí arrancar el corazón de mi pecho y convertirme como he dicho en un chacal, importándome sólo una persona: yo mismo.

Sin embargo cuando la vi aparecer, debo confesar que todas mis creencias se vinieron abajo: el mero hecho de ver de nuevo su sonrisa me recordó a mi otro ser de antaño, y durante un segundo fui él. Pero la bestia que había criado en mi interior no se iría tan fácilmente...

Estaba totalmente cambiada. En su combate con la vida, ella, no había salido victoriosa, de eso no había duda. Tenía la mirada de aquéllos que han perdido todas y cada una de sus ilusiones, de los que han perseguido el amor y han sido despedazados. Sin embargo no sentí pena. Le ofrecí todo lo que buscaba, pero ella se negó. Eligió un camino y al parecer se equivocó...

La tarde pasó volando, poniéndonos al día y robándole al tiempo una tarde más... Sabía perfectamente que buscaba cariño y yo podía darle el sucedáneo perfecto. La bestia de mi interior relamía sus colmillos ante la carne fresca que le ofrecía.

Todo eso nos llevó a la madrugada en que me desperté a su lado. Me levanté desnudo y miré por la ventana. Observé el lugar donde vivíamos, la escoria que la sociedad pretendía esconder para no sentirse culpable por haberla creado. Personas que por una razón u otra habían elegido mal su camino y que pagaban con creces su error. Putas, yonquis, borrachos que bebían para olvidar algo que hacía años que no recordaban... Todos ellos eran mis vecinos y yo los observaba desde mi ventana, aspirando el humo del tabaco hacia mi organismo.

Me giré sobre mí mismo. Sobre la mesa llena de papeles, desordenada, descansaba un viejo ordenador portátil, el único lujo que me permití en toda mi vida, utilizado como el lienzo para el pintor, usado para evitar la locura día a día de la única forma que sé: escribiendo.

Me acerqué a él intentando hacer el menor ruido posible. Lo encendí y la habitación se llenó con la luz azul mortecina que anunciaba que volvía a la vida. Abrí el procesador de texto y comencé a escribir.

De pronto, salidos de la nada, unos labios me besaron en la mejilla. Apenas les hice caso inmerso en mi relato, en el trance del escritor.

-¿Cuándo escribirás sobre mí?

-Pronto- contesté sin mirarla.

-¿Me convertirás en una princesa?

-¿Es lo que quieres?

-Sí, quiero ser una princesa. Lejos de aquí, de este sucio lugar, lejos de todo.

-Lejos de mí...

-Sabes que eres lo único bueno de mi vida...

Al escuchar esas palabras supe que se estaba enamorando de mí, que había hecho un buen trabajo fabricando mis mentiras... Pero ¿eran mentiras realmente? Curioso... Aquella que me despreció cuando lo tenía todo se estaba enamorando de mí ahora que estaba despojada de todos sus sueños. ¿Podría enamorarme de ella otra vez? Lo dudo.

Levanté los ojos de la pantalla y miré sus profundos ojos: era preciosa. Un ángel caído del cielo cuya inocencia era presa fácil de los miles de diablos que pululaban por el mundo. Acaricié su mejilla dulcemente y ella sonrió. Desnudos uno frente a otro me besó provocando que la arrojara sobre la cama y jodieramos apasionadamente, como animales, como amantes, sintiendo su cuerpo sobre el mío, sintiéndome dentro de ella en cada acometida. Deseando que cada sacudida provocara que la amara. Pero no fue así...

Durmió de nuevo, cansada. Yo permanecí despierto, observándola. Aunque parezca algo freudiano, me recordó a mi propia madre. Una dulzura eterna que se chocó con un bastardo que la alienó hasta arrancarle la sonrisa. Recordé como la abandoné con él, harto de tantas palizas de un padre alcohólico y de ver como ella no hacía nada. Pero eso era el pasado. Ahora acababa de follar con el ser más bello de la creación. Tenía entre mis brazos a la chica mas bonita del universo y se estaba enamorando de mí. Pero yo no quería eso. Ya no. Ya no era el tipo que ella conoció. Ya era tarde. Ahora era yo quién tenía miedo de ser feliz, de tenerlo todo...

Me deshice de su abrazo. Silenciosamente. Con cuidado de no despertarla. Mis movimientos lentos y precisos. Ni un sólo ruido. Cogí mi cartera y saqué dos billetes de 50 que quedaban. Era todo lo que me quedaba de mi vida de tirado, de mi vida de escoria. Se los dejé encima de la mesa, sintiéndome como si pagara una nueva forma de prostitución en la que es el corazón el que se vende y no el cuerpo. Cogí el portátil, lo metí en su maletín y antes de salir la observé. Mi corazón palpitó por ultima vez dándome cuenta que la amaba de verdad. Pero era el miedo el que me hacía huir, miedo a ser feliz...

Antes de marchar la besé en los labios. Un último beso de amor. Amor de verdad, porque en el fondo, hasta los chacales aprendemos a amar y hasta la escoria merece un poco de amor.

4 comentarios:

Zelos dijo...

Una buena historia, a mi punto de vista de un hombre que ni siquiera sabía lo que quería, si la amo, si no la amo, nunca la amaré y ahora la amo...

Un hombre que tenía miedo a tenerlo todo, pero no tenía nada, da que pensar en realidad... de como puede imaginarse uno su propia vida en visión de las cosas que tiene o le faltan, con un significado real de las cosas que necesitamos o no, pero que creemos que tenemos o nos faltan. Jeje xD

Quillo porqué me emparanoian tanto tus relatos? xD, a mi bola, un saludo enorme terry ^^ jejeje sigue escribiendo y llegarás a tener todo... lo que necesitas, tenerlo todo no es bueno xD

Atentamente, Zelos.

Anónimo dijo...

bueno, desde luego cada vez me emboba mas lo ke escribes, me divierto como un niño chico con zapatos nuevos leyendo tus historias, espero ke sigas asi y espero con ansias la siguiente!

Anónimo dijo...

si pensara menos con el corazon,menos con la cabeza, y más con la entrepierna........





un beso

Anónimo dijo...

Llevaba ya días sin leer éste blog, así que he echado marcha atrás para leer y cotillear tus escritos...
Y la verdad es que me ha encantado, tanto así que sinceramente he acabado con las lágrimas saltadas.

Bss