Estoy harto de tantas moñadas y autocompasiones, de ver como la gente que quiero se rinde ante la menor adversidad y de ver que lo único que hacen es llorar y permanecer en un sitio mirando el infinito y encima escuchar que se sienten orgullosos de ser capaces de ocultar esa tristeza y colocarse una máscara que les capacita para llorar por dentro sin que nadie lo sepa.
Vivimos en una sociedad en que los imbéciles reinan, adorando símbolos obsoletos que son incapaces hasta de representar, una sociedad en la que ser feliz es un lujo, ya que pocas veces lo conseguiremos al ser educados para siempre desear algo que no tenemos.
Pedimos un deseo: deseo que alguien me ame. Sin embargo esa pequeña frase está mal formulada, ya que al encontrar a esa persona, una persona que aparece on un cartel que dice: te amaré tanto como siempre has deseado, buscamos la excusa perfecta para rechazarlo, ya que como he dicho ese deseo está mal formulado, debiendo ser deseo que alguien me ame, pero al encontrarlo no lo quiero a mi lado. Ése sería el deseo perfecto.
Pertenezco a una especie en peligro de extinción, una especie capaz de amar hasta la saciedad, sin pedir nada a cambio, sólo recibiendo los golpes de un mundo en el que mi sitio fue ocupado hace tiempo.
Y por primera vez en mucho tiempo, me sumerjo de lleno en esa tristeza que me salpicaba, buceando en ella hasta llegar al fondo donde encuentro una rabia contenida que me sirve para poder escribir esto.
La capacidad de síntesis que poseo es incomprendida.
Las ganas de llorar que siento al ver como mi vida sigue pasando de desamor en desamor en un continuo ciclo de conocer amar y ser olvidado.
La frustración de ver a la persona que quiero, hundirse en una miseria de la que no quiere salir, de ver como su coraza se hace cada vez más fuerte y yo cada vez más débil, con los nudillos rotos de golpear el muro que nos separa...
La larga espera de permanecer en silencio esperando unas palabras de su boca que nunca llegan...
Estoy cansado.
Y si digo algo me censurarán diciendo que siempre estoy quejándome, me acusarán de amargado y de no saber vivir... Yo, que siempre he escuchado las quejas de todo el mundo, apretando los puños y mordiéndome la lengua para no escupir palabras a su cara que harían que se dieran cuenta que todo lo que he dicho antes es verdad...
Autocompasión. Adorada autocompasión. Lo único que nos queda cuando nos damos cuenta que las virtudes de los demás son superirores a las nuestras.
Sin embargo yo digo ¡no! No quiero esa autocompasión. Soy mejor que todos ellos, ellos que quieren hundirme en su mundo, robarme todo en lo que creo e intento tirar de vosotros, viendo como os hundís en el lodo, en unas arenas movedizas, observando como os pierdo sin poder hacer nada.
Y si digo algo me estaré quejando.
Por fin vuelvo a escribir sentimientos en estado puro, sin apenas pensar, las palabras salen de mis dedos aporreando este viejo teclado, en un último intento de ser comprendido, un último grito de socorro que sé no será escuchado... Porque desgraciadamente, hasta yo puedo caer presa de esa autocompasión que odio, porque somos así, siempre buscando algo de cariño pero con miedo de encontrarlo, y si el mundo es así... ¿Quién soy yo para cambiarlo?