martes, 4 de agosto de 2009

De Un Amor de Autobús


Los Rammstein reventaban mis oídos cuando el autobús llegó por fin. Abrió sus puertas dejándome sentir una oleada de aire fresco, contrastada con el infierno desatado en la calle.
Con una sonrisa de cortesía, saqué mi billete y me dispuse a sentarme y comenzar a devorar el último cómic que había conseguido… Sin embargo algo me lo impidió.

Sentada al lado de una ventanilla se encontraba una chica. Su mirada se perdía a través del cristal y ni siquiera se percató de mi existencia, aunque sin saberlo había conseguido alterar todo mi mundo.

Me senté frente suya, sin poder dejar de observarla. Abrí el cómic por una página cualquiera, disimulando así que la estaba mirando, sin importarme la enésima lucha de Spider-Man contra el Duende Verde. De vez en cuando una mirada esquiva se escapaba y coincidía con sus ojos, convirtiéndome en un niño tímido y sonrojado.

La observé. Ni siquiera sabía su nombre, pero no importaba, porque sabía que durante ese trayecto de autobús estaría enamorado de ella. Sus ojos apenas se separaban de la ventanilla, mirando con nostalgia el exterior. ¿En qué pensaría? ¿Pensaría en un amante abandonado? O tal vez estaría deseando abrazar al dueño de su corazón… Apenas podía leer sus ojos y mi mente ya contaba historias sobre ella…

De nuevo nuestras miradas se encontraron, lo que provocó que sonriera, una sonrisa dulce que hizo que deseara que la tierra se abriera en ese momento tragándome. Ella se acomodó en su asiento y pude ver que en sus manos llevaba un libro: El Camino de la Oruga, cuyo autor no pude leer… El hecho de tener un cómic en las manos me hizo sentir infantil provocando un sonrojo aún mayor. Desde sus páginas los superhéroes me llamaban, pero yo no podía dejar de mirarla, condensando en aquel viaje años de un amor que no duraría más de treinta minutos… En ese viaje sentiría el más puro amor por ella y pronto daría paso a la más perfecta desilusión… Pero no importaba, porque eso sería dentro de unas paradas y ahora estaba enamorado de ella, un amor de autobús, fútil y efímero pero no por ello menos real.

Deseaba hablarle, saber su nombre y hacerla reír, contarle cuánto la había amado desde el momento en que me senté en aquel asiento, desde el momento en que nuestros caminos se unieron durante unos minutos siguiendo el mismo trayecto… Pero cuando estuve a punto de hacerlo, un timbre anunció mi parada y sin poder evitar la tristeza me levanté y caminé lentamente hacia la puerta de salida, sin mirar atrás. Bajé del autobús y la vi a través de la ventanilla, aquella mirada nostálgica que no supe interpretar, aquella sonrisa que se había llevado parte de mi corazón…

Los Héroes del Silencio habían tomado el relevo de Rammstein en mis oídos; emprendí mi camino deseoso de volver a coincidir de nuevo con ella, sabiendo que eso era improbable aunque no imposible…

Porque así son los amores de autobús…

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