domingo, 15 de mayo de 2011

De un bonito sueño

-Peque… Despierta…

Anna dormía plácidamente en su cama, envuelta en la oscuridad de la noche, sin apenas escuchar nada…

-Peque… Despierta.- De nuevo esa dulce voz le llamaba, hasta que por fin abrió los ojos. Al principio, apenas veía nada, hasta que se acostumbró a la oscuridad y lo que vio le hizo pensar que estaba soñando: en el borde de la cama, se encontraba un extraño hombre, envuelto en un viejo abrigo. En su boca pendía haciendo equilibrios un cigarrillo de chocolate. Detrás de sus gafas unos ojos la miraban con dulzura, y oculta tras su barba rala se encontraba una sonrisa. Sus cabellos caían sobre su rostro dándole un halo misterioso…

-¿Terry? –dijo Anna extrañada…

El Viejo Cuentacuentos sonrió y dijo:

-Es uno de mis nombres…

-¿Esto es un sueño?

-Por supuesto… Un sueño que he fabricado sólo para ti… ¿Me acompañas?-Y diciendo esto le tendió su mano. Anna, apenas sin saber que hacer confió en el extraño que le transmitía una paz que no sabía describir, y cogió sus manos…

Cuando se dio cuenta estaba en una parada de autobús. El Viejo Cuentacuentos miraba su reloj, impaciente, cuando por fin un extraño autobús paró allí mismo. Anna subió, seguida del Viejo Cuentacuentos que habló con el conductor, quien Anna juraría que era un extraño erizo…

Cruzando el autobús se encontraba el revisor pidiendo los billetes. Anna se rió al ver que llevaba unas manos de gomaespuma, unas manos de monstruo como si pretendiera asustar a alguien con ellas. También observó que en los asientos delanteros había una dulce niña que dormía plácidamente, y a la que el Viejo Cuentacuentos besó en la mejilla al pasar a su lado para sentarse con ella.

El Viejo Cuentacuentos pasó su brazo por su hombro y la besó en la cabeza. Anna se recostó sobre él, sintiendo el viejo abrigo en sus mejillas, sintiendo el traqueteo del autobús que hizo que se quedara dormida…

-Peque… Despierta…

Cuando Anna despertó, el autobús había parado… Medio dormida siguió al Viejo Cuentacuentos que la guió hacia fuera, encontrándose en una ciudad que le era familiar…

-Ven…-le dijo el viejo Cuentacuentos-cierra los ojos…

Anna cerró los ojos, y al volverlos a abrir se encontró en una habitación donde en una cama yacía una pequeña niña que dormía plácidamente. Anna enmudeció al reconocer a la pequeña de la cama… Dos lágrimas cayeron por sus mejillas al ver que se encontraba en la habitación de Nuria… Dos lágrimas que el Viejo Cuentacuentos recogió en sus manos…

-Puedes acercarte a ella… No se despertará…

Anna miró al Viejo Cuentacuentos y lentamente se acercó a Nuria… Acarició sus mejillas sonrosadas y la observó dormir, se recostó a su lado y la abrazó… La niña seguía dormida, con el único cambio de una sonrisa que se dibujaba en sus labios…

El Viejo Cuentacuentos la observaba en silencio. Sonriendo. Con un gesto de su mano le indicó otro cuarto, donde Anna sabía perfectamente a quien vería: se trataba de Pol, a quien tanto había echado de menos… De nuevo unas lágrimas juguetonas se derramaron por sus mejillas, y de nuevo el Viejo Cuentacuentos las recogió con sus manos. Observó como Anna acariciaba los cabellos de su sobrino, como su sonrisa crecía en sus labios, como el amor que sentía por ellos inundaba la habitación… Y permaneció en silencio, admirando la escena…

De nuevo se acercó a ella y le dijo que cerrara los ojos. Anna sabía que podía confiar en él pero al abrirlos de nuevo se encontró en otra habitación. Sola. El Viejo Cuentacuentos no estaba con ella.

Fuera del edificio, el Viejo Cuentacuentos “encendía” un nuevo cigarrillo de chocolate. Sonreía. No podía estar con ella ya que en ese sueño, tres se convertirían en multitud. La dejó disfrutar de su amor, de su cariño, dejó que durmiera de nuevo y sin que apenas se diera cuenta la llevó de vuelta a casa…

Anna sonreía… Una sonrisa que valía millones… Besó su frente, orgulloso del sueño que le había regalado, aún sabiendo que a la mañana siguiente no recordaría su persona… Pero su sonrisa seguiría en sus labios…

Y cada noche la llevaría en ese viejo autobús, ese autobús de los sueños que le llevaría con la gente a la que echaba de menos, y cada noche recogería sus lágrimas de felicidad, porque los sueños se fabrican con ellas, con esas lágrimas que salen cuando la felicidad es tan grande que tus ojos no la aguantan… Y con ellas fabricaría más sueños, siempre intentando arrancar más sonrisas….

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