-Peque… Despierta…
Anna dormía plácidamente en su cama, envuelta en la oscuridad de la noche, sin apenas escuchar nada…
-Peque… Despierta.- De nuevo esa dulce voz le llamaba, hasta que por fin abrió los ojos. Al principio, apenas veía nada, hasta que se acostumbró a la oscuridad y lo que vio le hizo pensar que estaba soñando: en el borde de la cama, se encontraba un extraño hombre, envuelto en un viejo abrigo. En su boca pendía haciendo equilibrios un cigarrillo de chocolate. Detrás de sus gafas unos ojos la miraban con dulzura, y oculta tras su barba rala se encontraba una sonrisa. Sus cabellos caían sobre su rostro dándole un halo misterioso…
-¿Terry? –dijo Anna extrañada…
El Viejo Cuentacuentos sonrió y dijo:
-Es uno de mis nombres…
-¿Esto es un sueño?
-Por supuesto… Un sueño que he fabricado sólo para ti… ¿Me acompañas?-Y diciendo esto le tendió su mano. Anna, apenas sin saber que hacer confió en el extraño que le transmitía una paz que no sabía describir, y cogió sus manos…
Cuando se dio cuenta estaba en una parada de autobús. El Viejo Cuentacuentos miraba su reloj, impaciente, cuando por fin un extraño autobús paró allí mismo. Anna subió, seguida del Viejo Cuentacuentos que habló con el conductor, quien Anna juraría que era un extraño erizo…
Cruzando el autobús se encontraba el revisor pidiendo los billetes. Anna se rió al ver que llevaba unas manos de gomaespuma, unas manos de monstruo como si pretendiera asustar a alguien con ellas. También observó que en los asientos delanteros había una dulce niña que dormía plácidamente, y a la que el Viejo Cuentacuentos besó en la mejilla al pasar a su lado para sentarse con ella.
El Viejo Cuentacuentos pasó su brazo por su hombro y la besó en la cabeza. Anna se recostó sobre él, sintiendo el viejo abrigo en sus mejillas, sintiendo el traqueteo del autobús que hizo que se quedara dormida…
-Peque… Despierta…
Cuando Anna despertó, el autobús había parado… Medio dormida siguió al Viejo Cuentacuentos que la guió hacia fuera, encontrándose en una ciudad que le era familiar…
-Ven…-le dijo el viejo Cuentacuentos-cierra los ojos…
Anna cerró los ojos, y al volverlos a abrir se encontró en una habitación donde en una cama yacía una pequeña niña que dormía plácidamente. Anna enmudeció al reconocer a la pequeña de la cama… Dos lágrimas cayeron por sus mejillas al ver que se encontraba en la habitación de Nuria… Dos lágrimas que el Viejo Cuentacuentos recogió en sus manos…
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