domingo, 15 de mayo de 2011

Draw your swords

Terminó de cepillarse los dientes y se secó la boca con la toalla. Lavó el cepillo y lo guardó en el vaso que había dentro del mueble colocado en la pared. Al cerrar la puerta de éste, se vio reflejado en el espejo; aguantó su mirada.

Nunca se consideró guapo, aunque últimamente eran muchas las que intentaban hacerle ver que se equivocaba. Miró sus cabellos, cada día más largos, cayendo de nuevo sobre su rostro. Nunca imaginó que volvería a ver eso, que volvería a mirar a través de ellos. Observó su barba dejada. Hacía un par de meses que la cuchilla no acariciaba su rostro, curiosamente desde que se terminara todo.

El pelo y la barba ocultaban su rostro. Apenas se podían ver sus ojos. Le gustaba poder mirar sin ser visto.

Tras unos minutos aguantando su mirada, analizando la persona que le miraba desde el espejo, consiguió romper el hechizo y salió del baño, buscando las llaves, cartera y móvil.

Se colocó los cascos en las orejas, aislándose así del mundo, cómo no conseguía decidirse en la música que poner, dejó que el azar eligiera por él. Tampoco importaba la música, apenas la escuchaba, pero le ayudaba a pensar, y así salió de casa…

Del bolsillo trasero de su pantalón cogió un paquete de cigarrillos. Lo abrió con parsimonia y secuestró uno de ellos que se posó en sus labios haciendo un extraño equilibrio. Vio que en la cajetilla quedaban pocos compañeros de éste. Hacía poco que había empezado a fumar, intentando ocultar el sabor de los besos que nunca le daría.

Una profunda calada llenó su boca de aquel sabor amargo y suave a la vez. Caminaba en silencio, sin prisa al mirar la hora y darse cuenta que llegaba a tiempo para su cita.

En sus oídos Kurt Cobain le juraba que no tenía una pistola, o Manu Chao le prometía que siempre estaría a su lado, así era la variedad de música que guardaba en su móvil… De pronto sin embargo, sonó una canción que hacía poco una amiga le había dado a conocer, curiosamente justo cuando llegó a su cita (un poco tarde).

Allí estaba ella.

Seria.

Esperándole.

La canción que sonaba en sus oídos y que sólo escuchaba él había llegado a un curioso estribillo

(‘cause you are the only one)

mientras él, en silencio la miraba desde el otro lado de la calle

(‘cause you are the only one)

no podia dejar de mirarla, allí de pie, tal como la conociera hacía casi año y medio

(‘cause you are the only one)

se acercó entonces y ella hizo algo que nunca dejaba de sorprenderle: sonrió de una forma que siempre conseguía arrancarle a él una sonrisa en respuesta a la suya

(so come on, love, draw your swords)

y en aquel momento se dieron ese abrazo que los dos deseaban tanto. Ese abrazo que ninguno dudaba en disfrutar, en perderse en él, sin pensar que podría terminar. Ese abrazo que tantas veces anteriormente se habían dado… Sintió su corazón intentar unirse de nuevo al de ella, pero él le había atado con fuertes cadenas que se lo impedían

(shoot me to the ground)

se separaron un segundo y él la miró a los ojos. Sonreía.

(you are mine, I am yours)

Le encantaba su sonrisa. Era mágica. Salía pocas veces en su rostro misterioso, pero ella siempre conseguía encontrarla por muy escondida que estuviera, y eso le hacía sentir especial. Y él lo sabía.

(lets not fuck around)

Miró a sus ojos. En ellos vio ese cariño que ella sentía por él, un cariño casi infinito; vio en ellos esa luz que una vez hizo que se enamorara de ella, vio el rostro de esa niña pequeña que nunca tendrían juntos, ese futuro imaginario que nunca existiría.

(the only one)

Y así empezó aquella tarde mágica entre los dos… Aquella noche en que no importaba el pasado, ni el futuro… Sólo importaban ellos dos, riéndose como siempre, disfrutando del amor que rezumaba entre ellos, una noche que como siempre se hacía corta para poder expresar todo lo que ambos guardaban en su interior.

Él estaba enamorado.

Ella estaba enamorada, pero de una forma extraña.

Sin embargo los dos se amaban. Más de lo que nadie había amado a otra persona en este universo. Capaces de terminar la frase del otro. Ella nunca le había dejado solo. Él nunca dejaría de luchar por su sonrisa… Porque cuando sus corazones se unieron, al separarse cada uno se llevó un trozo del otro… Porque se necesitaban pese a todo, porque entre los dos habían inventado una nueva forma de amar…

La noche dio paso al día, como siempre apenas se habían dado cuenta del paso de las horas. Ella debía volver con él, con la persona que era dueña de sus besos. Y él lo sabía, y aunque eso le quemara por dentro como una brasa al rojo vivo, el mero hecho de verla sonreír, de verla feliz de nuevo, hacía que por un segundo se le olvidara todo.

Un abrazo de despedida. Esta vez ella se dejó rodear entre sus brazos, sintiendo como su barba le hacía cosquillas, como sus manos le acariciaban sus cabellos dulcemente, sintiendo todo el amor que sentía por ella…

Él sabía que cuando ese abrazo se terminara, ella se iría, pero dejó de pensar en ello para poder disfrutarlo.

De nuevo se separaron un segundo y ambos sintieron ganas de unir sus labios como antaño, como aquellas noches en que las palabras sobraban y pasaban horas en silencio, consiguiendo decirse más cosas que muchos con grandes discursos…

Ella le susurró dos palabras fugitivas. Él apenas pudo responderle, sintiendo como su beso moría en sus labios.

Una vez aceptada la imposibilidad de estar alguna vez con ella, todo iba bien. No más fácil, pero era la única forma de no perderla… Aunque ella dijera que nada era imposible, él sabía que había cosas que sí lo eran.

El abrazo se disolvió poco a poco, acabando cogidos de la mano.

Debía marcharse. Y aunque le doliera sobremanera, él lo sabía.

Permaneció mirando como se alejaba, de nuevo con esa canción en su cabeza, que hacía de la escena, algo sacado de esa clase de películas románticas que tanto odiaba

(‘cause you are the only one)

por fin dobló una esquina, y en su mano observó dormida su maravillosa sonrisa, la puso con cuidado en su bolsillo, y mientras amanecía se dirigía cansado a casa, deseando poder volver a verla de nuevo, deseando sentirla de nuevo entre sus brazos, aún sabiendo que (tal vez) nunca podría volver a besarla.

Y en aquella noche que ya terminaba se escucharon dos palabras fugitivas que por fin habían encontrado el valor de salir

(‘cause you are the only one)

No hay comentarios: