martes, 2 de diciembre de 2008

De Una Prisión de Cristal Y De Las Luchas Por Destruirla

Durante unos segundos cesó su lucha. Jadeante, sin respiración y cansado, miró sus manos: sus nudillos partidos rompían la carne dejando ver el hueso, rojo por la sangre que manaba de sus heridas. Sin embargo no sentía apenas dolor.

Tomó aliento y de nuevo arrojó un último golpe desesperado contra la cúpula transparente que tenía frente suya... Ni siquiera llegó a arañarla...

Llevaba tanto tiempo haciendo aquello que nadie era capaz de imaginarlo haciendo otra cosa. No se sabía cómo llegó allí, simplemente una mañana apareció, seriamente, dejando un zurrón lleno de sonrisas en el suelo y que le fue robado hacía tiemo, sin que siquiera se lamentara por ello... Y comenzó su lucha...

Siempre con las manos desnudas, sin herramientas, sólo con su ilusión y su tenacidad; pero nada consiguió romper aquella cárcel transparente.

Sus ojos estaban cristalinos por las lágrimas que se negaban a salir y con ellos miraba al otro lado del muro que pretendía derribar. En el interior de aquella cárcel sin ventanas se encontraba ella, con una mirada dulce que le rogaba que no cesara en sus golpes... Pero se encontraba cansado, derrotado como nunca antes lo estuvo; frustrado al ver como sus esfuerzos eran en vano, sabiendo que debería renunciar a todo y debería marcharse...

Metió una de sus destrozadas manos en su bolsillo, tomando un reloj en forma de corazón, regalado por un mago perteneciente a otra historia. Lo observó durante unos segundos y lo dejó allí, en el suelo, único testigo de una tumba inexistente. Encendió un cigarrillo intentando que el humo cegara sus ojos y provocara, sin conseguirlo, la salida de unas lágrimas que deseaba sacar. Se enfundó en su abrigo y sin mirar atrás simplemente se marchó, sabiendo que al final le había dado la razón...

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