-Me gustaría tocarte- decía él.
-Me encantaría ser tocada por ti.-contestaba ella.
-Deseo besarte-decía él.
-Me encantaría ser besada por ti-contestaba ella.
Sin embargo aún no habían podido saciar sus deseos, aún no habían podido unir sus almas en un beso, ni siquiera rozar sus cuerpos… La distancia los separaba, una distancia tal vez muy pequeña, pero que se hacía infinita.
Día tras día, él la admiraba. Día tras día él la deseaba.
Día tras día ella veía como le miraba. Día tras día ella veía como la deseaba y tímidamente se sonrojaba.
Se conocían desde hace tiempo, tanto que eran capaces de hablar sin siquiera emitir ningún sonido. Se amaban casi desde el primer momento, pero nunca habían podido superar esa distancia.
-Paciencia-le decía ella.
-Paciencia…-contestaba resignado él.
Entonces, un amanecer de primavera ocurrió. Lentamente él despertó y como todos los días la miró: su belleza no era de este mundo, tan blanca como la nieve, tan verdes sus ojos que eran como esmeraldas… Y supo nervioso que había llegado el momento. El momento en que por fin podría besarla…
Estaba nervioso.
Estaba nerviosa.
Él cerró los ojos y dejó que todo ocurriera, Sintió cosquillas mientras buscaba su beso, mientras imaginaba qué sería tocarla. Y se dejo llevar.
Ella mantenía los ojos abiertos, viendo como su beso llegaba, observando como por fin la distancia era superada, sabiendo que pronto su amor daría sus frutos. Tenía miedo, no podía negarlo. Tenía miedo, la primera vez que estarían juntos en cuerpo y alma… Y se dejó llevar.
Ningún beso fue como ése que se dieron aquel día. Ningún ser vivo hizo el amor como ellos, lentamente, con cuidado para no hacerle daño, con cosquillas, con inocencia, con pasión, con inocencia…
Y el insecto, inocente en su trabajo, ni siquiera sabía que estaba pasando….

1 comentario:
Pero qué maravilla de texto
Publicar un comentario