martes, 20 de enero de 2009

De Unas Navidades Futuras

Subió al desván, harto de mirar en la televisión y sólo ver anuncios navideños. Hacía tiempo que odiaba la Navidad, tanto que se preguntaba si alguna vez le llegó a gustar. Se encontró con los restos de un campo de batalla: cajas y cajas llenas de papeles, recuerdos de mil vidas pasadas, regalos de viajes que nunca llegó a entregar... Todos ellos cubiertos por una fina capa de polvo que le daba una imagen añeja a la escena.

Comenzó clasificando viejos documentos que ni siquiera recordaba siguieran existiendo, reciclando como siempre: viejos escritos de cuando le llamaban Cuentacuentos, novelas inacabadas, relatos con mil versiones diferentes y que nunca vieron la luz... Pero ya no era el Cuentacuentos que despertaba ilusiones en corazones ajenos. Ya no coleccionaba sonrisas... La suya propia consiguió salir entre sus barba canosa al leer algunas cosas, recordando aquellos tiempos en que se pasaba horas y horas delante de un viejo ordenador, llenando aquella hoja en blanco virtual, manchándola con sus palabras. Sonrió al recordar como luchaba día a día por convertirse en escritor. Qué estúpido fue.

La tarde pasó volando entre cajas y cajas y, cuando ya se disponía a bajar ya entrada la noche, deseoso de ver una buena película en su anticuado reproductor de DVD (siempre sería un nostálgico), vio una caja que no reconoció. Una pequeña caja de madera, pintada de blanco y negro, imitando el estampado de la piel de una vaca. La madera estaba resquebrajada por el paso del tiempo y la cerradura estaba mohosa por la falta de uso. Con gran curiosidad la abrió, sus manos temblando, sintiéndose como un chiquillo que descubre un tesoro. Lo que vio dentro le dejó sin habla.

-Momo...-Fue lo único que salió de sus labios. Lo dijo inconscientemente, sin siquiera saber qué significaba esa palabra... Pero acto seguido lo comprendió.

Recordó de nuevo, aquella época de Cuentacuentos, cómo conoció a la dulce Momo, siempre con miedo, siempre deseando ser abrazada. Y eso fue lo que le condenó a ser su amigo, siempre dispuesto a contarle una historia que le hiciera pensar, sonreír y dejar de tener miedo... La pequeña Momo, encerrada en su cárcel invisible, deseando ser amada y a la vez impidiéndoselo siempre... Y eso fue lo que lo transformó en lo que era ahora. Luchó con todas sus fuerzas, pero al final como decía aquel filosofo alemán, se convirtió él mismo en un monstruo, volviéndose reservado, difícil de conocer y ahuyentando siempre a todos los que lo querían.

Dentro de la caja se encontraba el último beso que ella le regaló. Un beso inocente en la mejilla. Un beso lleno de amor y que guardó en aquella caja que lo había conservado intacto. Lo miraba fijamente, hasta que la imagen se volvió translucida por las lágrimas. Creía que moriría sin llorar de nuevo, desterradas todas de sus ojos, pero ahora se daba cuenta de que pese a que consideraba que había sido feliz con su vida, consiguiendo todo lo que se había propuesto (un gran trabajo, una gran casa, un gran coche), el precio para ello había sido vender su alma: abandonó sus sueños, sus ilusiones, incluso a la pequeña Momo, quien tanto lo necesito...

La vieja soledad que tantas veces le hizo compañía se convirtió en una pesada carga.

Permaneció allí.

Sentado.

Llorando.

Un viejo con sus recuerdos, esperando simplemente una muerte que llegaría pronto. Encontrándole solo...

3 comentarios:

Peibol dijo...

Muy bueno el texto


es tuyo o es un fragmento de algo?

^^

Peibol dijo...

yo termine hace ya La senda del perdedor , lei seguidamente cartero y por ultimo Factotum....y me encantaron todas pero como La senda ninguna

Peibol dijo...

pues way lo leere en cuanto tenga u rato ^^